sábado, 29 de septiembre de 2012

PROTESTA ANTE EL CONGRESO


"La violencia del otro día es intolerable”. “¿Qué espera el Gobierno, que no protestemos con las decisiones que están tomando? ¿Hay que quedarse en casa callado con todos los recortes que están haciendo y cinco millones de parados?” “Es increíble que el presidente diga que a él lo que le gusta son las mayorías silenciosas. Es una frase autoritaria”. En los corrillos que se han formado esta tarde en la manifestación de la madrileña Plaza de Neptuno —la tercera en una semana bajo el lema Rodea el Congreso— se habla de política. De recortes, de Rajoy, de los presupuestos recién presentados por el Ejecutivo español, de los Presupuestos del socialista François Hollande... Miles de personas, estudiantes, jubilados, trabajadores con niños, parados... han protestado a 200 metros del Congreso de los Diputados, cuando la Cámara no estaba reunida, por la política económica del Gobierno.

Algunos asistieron a la manifestación del día 25, que acabó con graves altercados, cargas policiales y 36 personas detenidas a las que una juez ha imputado de forma genérica delitos de atentado, resistencia y contra las altas instituciones del Estado (a todos salvo a dos, uno de ellos menor de edad). Otros no vieron lo que pasó ese día más que por las cámaras de televisión. En cualquier caso, hay una idea repetida: los manifestantes expresan indignación por la actuación policial, por las declaraciones posteriores del Gobierno afirmando que la intervención había sido “extraordinaria”, “espléndida”, “brillante” y “ejemplar”, y también se muestran ofendidos por las palabras de Mariano Rajoy en Nueva York.


Montse Fernández, Silvia Llopis y Vanessa Fernández. / M. C.
El presidente del Gobierno hizo un “reconocimiento” a “la mayoría de españoles que no se manifiestan, que no salen en las portadas de la prensa y que no abren los telediarios”. “Esa inmensa mayoría está trabajando, el que puede, dando lo mejor de sí para lograr ese objetivo nacional que nos compete a todos, que es salir de la crisis”, dijo Rajoy. Muchos manifestantes aseguran que esas frases les han hecho salir a la calle. “Me sentí insultada, y venir aquí es mi respuesta”, afirma Isabel Martínez, una abogada de 38 años. “Considero que el sistema no funciona, que las listas cerradas no me permiten elegir a los representantes que quiero, que las promesas electorales no se cumplen, y que el Gobierno ayuda más a los bancos que a las personas. Diga lo que diga Rajoy, no me voy a callar”.

“Esas palabras fueron un error garrafal”, coincide Juan Alcudia, de 74 años, jubilado. “No puede ofender así a la ciudadanía que se manifiesta pacíficamente”. “Un poco de respeto, por favor”, dice Montse Fernández, de 38 años, que ha acudido a la manifestación con su hermana Vanessa y con una amiga. “¿Quién es este señor para juzgarme por asistir a una manifestación? Yo soy una ciudadana de bien, madre trabajadora, pago mis impuestos y me manifiesto precisamente porque me preocupa mi país. Porque quiero que mi hijo de dos años tenga un futuro y porque no me gusta lo que está haciendo el Gobierno. A Rajoy no le vendría mal salir un poco a la calle y ver lo que está pasando. Parece que los políticos están en otro mundo. Nos ha costado muchas décadas conseguir los derechos sociales que teníamos, y no vamos a presenciar cómo se disipa todo sin protestar”.


Isabel Martínez. / M. C.
Las cargas policiales del día 25, retransmitidas en directo por webs y televisiones, han generado un doble efecto. Por un lado, hay personas con un cierto temor de verse envueltas en altercados. Pero hay algunos que han acudido a la manifestación precisamente para protestar por lo que ellos consideran una violencia desproporcionada. “Nosotras estuvimos aquí, y lo vimos”, dice un grupo de seis alumnas de 16 años del Liceo Italiano de Madrid. Una de ellas, Isabel, lleva un collarín. No tiene ninguna lesión. Es preventivo, por si hay carga. “Para que no me pase nada en el cuello si hay porrazos”, dice. “Aunque aún no podamos votar, nos preocupa nuestro futuro, no estamos de acuerdo con las decisiones del Gobierno y queremos manifestarnos”, dice su compañera Sol. “Si hay antisistema que vienen aquí a pegar a la policía, que vayan contra ellos. Pero no pueden arremeter contra todos. Nosotras vimos lo que pasó, y fue un exceso. Yo lo tengo claro. Si hay lío, me voy pitando”.

Entre la gente, se habla mucho de economía. De impuestos, de dónde está recortando el Gobierno y de dónde debería hacerlo. Patricio Santoro, argentino de 70 años, en España desde hace 12, critica los recortes en Ciencia de los últimos Presupuestos. Vanessa Fernández, enfermera, no entiende que el Gobierno “deje desasistida la sanidad pública”. “Lo veo cada día. No me gusta lo que han hecho con los inmigrantes, ni que las víctimas de violencia de género no puedan acceder a ansiolíticos. Se ha manipulado mucho la protesta por parte del Gobierno, hablando de que se iba a asaltar el Congreso. Creo que ese primer lema fue un error, pero no lo es venir aquí, cerca de donde están nuestros representantes, a los que hemos votado, para decirles que no nos gusta cómo nos gobiernan y que creemos que están hundiendo el país. Tenemos todo el derecho a hacerlo”.


Un grupo de estudiantes del Liceo Italiano de Madrid. / M. C.
El VIPS de la plaza de Neptuno ha permanecido cerrado toda la tarde. El Starbucks echó el cierre sobre las ocho. Sus jóvenes empleados salieron del local portando pancartas y, tras cerrar el candado, se unieron directamente a la manifestación. Al igual que durante las dos últimas protestas, los turistas alojados en el hotel Palace observaban desde la puerta a los miles de manifestantes. Sobre las diez de la noche, una cadena humana de gente de la mano pasaba por la calle Alcalá camino a Cibeles. Estaban, según decían, "rodeando el Congreso" a distancia.

El activista Chema Ruiz, miembro de la Coordinadora 25S y uno de los ocho imputados por la Audiencia Nacional por un presunto delito contra las altas instituciones del Estado por convocar la manifestación del pasado martes, estaba hoy en Neptuno y se mostraba confiado respecto a los cargos en su contra después de que el juez Pedraz rechazara hacerse cargo de los 35 detenidos el día 25 por considerar que no habían cometido delito contra el Estado, informa Carmen Pérez-Lanzac. “En principio somos optimistas”, decía Ruiz. “Esperamos que piense que no estábamos delinquiendo. Los imputados están llamados a declarar el próximo jueves 4 de octubre a las 10.30.


Patricio Santoro. / M. C.
Algunos manifestantes alaban al Gobierno francés y las medidas que está tomando. “Es falso que Rajoy no tenga alternativas. Hollande ha tomado decisiones distintas, tratando de minimizar el impacto en pilares básicos como la Educación, e intentando que los más ricos paguen más”, opina Juan Alcudia. “Nuestro Gobierno tiene opciones, y lo que hace a mí no me gusta”.

Otras capitales europeas, como Lisboa, Varsovia y Berlín, también se manifestaron ayer contra los recortes. La más numerosa fue la de la capital portuguesa que logró reunir a unas 100.000 personas en la plaza del Comercio.

Hacia las 23.30 los convocantes dieron la marcha por terminada, pero algunos decidieron quedarse. La policía empezó a desalojar, a desplazarlos. Unos descontrolados lanzaron latas a los furgones. Se produjo algún choque, aunque menor. Los agentes empujaron a los últimos a irse. Y poco a poco, decidieron marcharse. Hubo dos detenciones y se registraron trece heridos, uno de ellos policía.

Sanción para el camarero del bar Prado

Alberto Casillas, el camarero de 49 años que el pasado martes impidió a la policía que entrara en el bar Prado a detener a algunos manifestantes, se convirtió en un héroe con el que todo el mundo se quería fotografiar y abrazar. Sin embargo, ayer, este hombre sufrió una lipotimia al saber, alrededor de las 17.30, que iba a ser sancionado. Un mando de la Unidad de Intervención Policial (UIP, conocidos como antidisturbios) le notificó que le iban a sancionar, aunque el afectado no sabía anoche cuáles eran los motivos. Él hablaba de una supuesta falta de respeto a la autoridad y desórdenes públicos.
El camarero, que se convirtió en el centro de atención de gran parte de la concentración de ayer por la tarde, manifestó que había renunciado a ser seguidor del PP tras la forma en que le ha tratado la policía. Aseguró que no entendía por qué los antidisturbios le tenían que denunciar si él no había hecho nada. Casillas también anunció que no descarta denunciar él mismo a los agentes por denuncia falsa y por haber atentado contra los derechos fundamentales.

martes, 25 de septiembre de 2012

INDEPENDENCIA DE QUÉ ?


Quiero dedicar este artículo a mis amigos independentistas.
La política. Lamento traer desde Europa esta noticia: la independencia es imposible. No porque alguien la impida. Sino porque la independencia ya no existe en la Europa real, la UE. Como no existe el Estado-nación. Ni la soberanía nacional. Aún pesan. Pero son solo residuo histórico, apariencia en estado terminal, ensoñación.
El sociólogo Daniel Bell estableció ya en 1987 que el Estado era “demasiado pequeño para atender a los grandes problemas del mundo actual y demasiado grande para encarar los pequeños problemas cotidianos del ciudadano”. Desde entonces, el declive del Estado cabalga a la velocidad de la luz. Sobre todo en Europa, empujado por las pinzas trabadas entre la federalización comunitaria y la globalización; entre la transferencia de soberanía hacia arriba y el traspaso de competencias hacia abajo.
El vaciado del Estado-nación ha sido aquí tan drástico que lo ha desnaturalizado enteramente. No conserva intacta ninguna de sus grandes funciones específicas. Ni acuñar moneda (pasó al BCE), ni guardar fronteras y aduanas (suprimidas las internas del continente por Schengen; compartidas las exteriores), ni la de una verdadera política exterior (las diplomacias han iniciado su fusión lenta en el SEAE), ni la de hacer individualmente la guerra (salvo caricaturas como la de Perejil).
En estos años de crisis, el despojo de las competencias remanentes es de vértigo. Sobre todo en la economía, que es precisamente la motivación subyacente al independentismo catalán de nuevo cuño, posidentitario. Todos los instrumentos clásicos de política económica están transferidos o se están transfiriendo a la UE: 1) El monetario y financiero, o manejo del tipo de interés y la cantidad de dinero en circulación, la supervisión bancaria. 2) El cambiario, o manejo del tipo de cambio. 3) El fiscal, o presupuesto e impuestos. 4) El comercio exterior, la tarifa exterior común, las decisiones comunes en la OMC. 5) Incluso el mercado laboral, la Seguridad Social y las políticas de empleo y sociales (de la edad de jubilación a las pensiones) se van equiparando a rebufo de la crisis.
Cataluña es identificable como tal; España no lo es sin Cataluña: se resistiría con empeño numantino
Los polemistas ágiles endosan estos argumentos, pero arguyen que ya les bastaría para sí con la sombra, residuo, símbolo o apariencia de poder de los Estados, aún notable. Reclaman Estado, aunque esté desnudo. Se entiende en el corto plazo, pero no parece lúcido apostar a largo plazo por una construcción histórica en decadencia, llegar cuando todos se van, incluso aunque ignoren que se van. Ni es hábil agotarse en melancolías, cuando la nueva fisonomía de la Unión requiere de una rebeldía, esta sí, con causa de futuro: un potente combate por una unión política que ejerza el control democrático sobre los nuevos poderes, europeos. Si el poder está en Europa, controlemos Europa, no sus sucedáneos.
La historia. Si el beneficio de la independencia sería, pues, más bien marginal, ¿vale la pena pagar el alto coste que conllevaría? La historia arroja pistas sobre esa relación coste-beneficio. Cataluña es imaginable como entidad diferenciada, objeto identificable, independiente, porque lo ha sido. Como Principado confederado en la época medieval; como paísasociado a la monarquía francesa de Luis XIII entre 1640 y 1652; como un conjunto de “estructuras de Estado” específicas, salvo la Corona, hasta 1714; como región autónoma en los años treinta; comonacionalidad desde 1978. Pero España sin Cataluña no es pensable, rechina al imaginario colectivo. Con razón. No sería, porque al cabo España es una realidad integradora de muchos factores, pero muy destacadamente el producto de la fusión de sus matrices castellana y catalana.
¿Qué implica esto? Que viviría una secesión con desgarro ontológico: el de pasar de ser a no ser. Recordemos el trauma de la pérdida de las últimas colonias, Cuba y Filipinas; aún restalla en la conciencia colectiva el 98. Esos choques generan conflicto. La hipótesis de una separación blanda se trufa de adjetivos amables: “pacífica”; “negociada”; “ecuánime”; sin “cambios radicales” en el marco legal; en un “entorno de normalidad”, la sueñan Modest Guinjoan y Xavier Cuadras(SenseEspanya, Pòrtic, Barcelona, 2011) para minimizar su coste.
A la luz de la historia ese escenario idílico parece improbable. Más bien el recelo sería grande y la resistencia quizá numantina; comprobaremos los indicios en la campaña de Navidad. Una técnica habitual en otros lares para domeñar esas reacciones es la de la respuesta radical, populista. Lo que enconaría el conflicto Cataluña-España (o resto de) y dentro de Cataluña: liquidaría la unidad cívica del pueblo catalán. Un bien precioso siempre. Y en sociedades complejas y mestizas, aún más delicado.
Si el camino autonómico federal es imposible, ¿no lo es aún más la, más ardua, vía de la secesión?
El catalanismo. Los catalanismos —de izquierda y de derecha— de vocación mayoritaria nunca fueron independentistas (más de cinco minutos). Siempre persiguieron dos objetivos, arduos de conciliar: la autonomía de Cataluña y la participación en la dirección de España. “Cataluña ha de ir a la conquista de España”, proclamaba Enric Prat de la Riba. Apostemos por “la Catalunya gran en l’Espanya gran”, le secundaba Francesc Cambó. Lluís Companys se enfrentaba al alzamiento al lema de “Catalunya i la República dins lo cor de tots”. “Se nos asigna un papel de máquina de tren, no de maquinista”, se lamentaba Jordi Pujol. “Lo que es bueno para Barcelona, es bueno para Cataluña y bueno para España”, sintetizaba Pasqual Maragall.
Ahora se aduce que la vía autonomista hacia esos fines está cegada. Lo estaría por culpa de la inquina conservadora al Estatuto (que incluyó un seudo referéndum); de la sentencia restrictiva del Constitucional; del excesivo déficit fiscal; de la asfixia recentralizadora a las competencias de las comunidades; de la cicatería en el reparto de la factura de la crisis económico-presupuestaria. Todo eso, en uno u otro grado, es cierto. Pero no predetermina que la solución sea la separación.
Se alega que la cerrazón centralista es absoluta, que apenas hay algún federalista de ocasión más allá del Ebro (aunque, albricias, empiezan a proliferar). Por partes. ¿Acaso se olvida que esa misma España aprobó en las Cortes un Estatuto catalán avanzadísimo? Con recortes, sí, pero cuyo desmoche todos dicen lamentar, ¿o no? Pues no debía estar tan superado...
¿Es ya impracticable la vía autonómico federal? Las quejas por los retrocesos del actual Thermidor son razonables, pero si esa vía es impracticable a causa de la caverna, ¿acaso es más hacedero un camino aún más empinado? Quienes mezclan a todos y consideran que en España todos compiten en aversión a lo catalán, pueden renegar de la tradición catalanista y proyectar “nuevas ilusiones”. Pero su opción fracasó siempre. Quizá fuese más práctico no reincidir en el error. Sobre todo si al final del camino la independencia no es tal.
La economía. El último alimento de esas ilusiones independentistas está siendo el agravio financiero, el déficit fiscal —el saldo entre la contribución catalana a la Hacienda común y el flujo que recibe—, reputado excesivo. La Generalitat de Artur Mas ha nutrido la transmutación de la lógica queja crítica contra su exceso en una protesta por un supuesto“expolio”, eso tan cariñoso del “España nos roba” que pregonan los medios subvencionados.
¿Cómo la ha alimentado? Censurando la mitad de los seis cálculos de la balanza fiscal, para concluir que en 2009 el déficit catalán fue de 16.409 millones, un 8,4% de su PIB, según el método del “flujo monetario” con una de las correcciones posibles. Algo a todas luces desorbitado, por más solidario que uno pretenda ser. Con igual método pero con la corrección que olvida, sería solo de 12.216 millones, el 6,2%, como sabe el Parlamento catalán (2 de mayo, comparecencia de la profesora Maite Vilalta). La diferencia entre el 6,2% y el 8,4% es lo que permite catapultar verbalmente el exceso hacia un presunto “expolio”.
¿Exceso? Comparemos con las realidades federales más homogéneas de las que hay datos (Alemania no los da). La región más rica de Australia, la occidental, tiene un déficit del 3,93%; la de Bélgica, Flandes, del 4,4%; la de Canadá, Alberta, del 3,23%. Habrá que corregir el diferencial entre esas cifras y las nuestras, por supuesto. Pero por la vía menos traumática posible.

domingo, 9 de septiembre de 2012

CRIMEN O CASTIGO


Un grupo de obreros remoza llana en mano el impresionante mausoleo de Yaser Arafat. El líder palestino por excelencia lleva ocho años enterrado aquí en Ramala, junto a la Muqata, el palacio presidencial en el que pasó sitiado sus tres últimos años de vida. Cientos de escolares, familias palestinas repeinadas en el fin de semana, y turistas de medio mundo visitan a diario este inmenso cubo de piedra beis que aloja en su interior la tumba y el cuerpo del hombre-símbolo de la causa palestina. Encierra además un preciado secreto: la verdadera causa de la muerte del rais palestino.

El paso de los años no ha conseguido aminorar el interés por el asunto. Al contrario. El misterio que rodea a la muerte de Arafat ha cobrado fuerza después de que Suha, la viuda del líder, autorizara el análisis de su ropa interior y su kefiya, su célebre pañuelo palestino. Un instituto de radiofísica suizo ha encontrado dosis anormales de polonio 210, la sustancia radioactiva que envenenó al disidente ruso Alexander Litvinenko en 2006.

Los resultados, advirtieron los suizos a la cadena Al Yazira, promotora de la investigación, no son concluyentes. Si Suha quiere saber la verdad debe exhumar el cadáver y tomar más muestras. Después vino la demanda de Suha en Francia y los preparativos del viaje de los expertos franceses a Ramala, donde aterrizarán en las próximas semanas para desenterrar a Arafat.

Tawfiq Tirawi preside la comisión palestina que investiga la muerte de Arafat y anuncia que no pondrán trabas a los franceses. En su despacho de Ramala explica que para tomar las muestras hay que desenterrar el cuerpo y llevarlo al hospital. Y que los enviados de Francia deberían estar trabajando en menos de un mes.

"El Ejército israelí nos tenía rodeados. Faltaba el oxígeno. Unas 200 personas convivíamos en 300 metros cuadrados"
Tirawi es el hombre de confianza de Arafat, que le siguió desde Beirut en los ochenta y que dirigió los servicios secretos en Cisjordania durante la segunda Intifada. Una de las bestias negras israelíes. Se refugió en la Muqata junto a Arafat hasta que se lo llevaron en volandas al hospital de París en el que murió el 11 de noviembre de 2004, a los 75 años. Ahora Tirawi recuerda los últimos días de asedio. Qué comieron, qué bebieron y qué respiraron resulta, en su opinión, determinante a la hora de esclarecer la muerte.

“El Ejército israelí nos tenía rodeados. Faltaba el oxígeno. Unas 200 personas convivíamos en 300 metros cuadrados. No había agua potable y la comida escaseaba. Los alimentos venían de fuera”. Tirawi continúa: “Eran los palestinos los que traían el agua para beber y los alimentos. Pero antes de introducir nada, debían entregar las mercancías a los soldados que cercaban la Muqata y que lo examinaban sin permitir la presencia de palestinos”. Ése es uno de los momentos que los abonados a la tesis del envenenamiento israelí podrían considerar idóneo para inyectar polonio 210. Tirawi no lo descarta, pero tampoco le resulta demasiado creíble porque la comida entraba en grandes cantidades. “Si traían diez pollos, ¿cómo iban a saber los israelíes cuál se iba a comer Arafat?”.

Durante el encierro, Arafat llevó una dieta saludable. Comía pollo y algo de pescado. Carne en contadas ocasiones. Verduras, casi siempre las mismas: maíz y guisantes. La miel y las manzanas eran sus postres favoritos. La comida era escasa pero sana. El problema eran las condiciones sanitarias y el monumental estrés que sufrieron, rodeados por tanques noche y día. Dormían unos encima de los otros. Arafat, rodeado de sus colaboradores más cercanos. El resto, repartido por donde podía. El agua que utilizaban para las abluciones previas al rezo estaba sucia. Varios de los que compartieron encierro con Arafat enfermaron y dos de ellos murieron después.

“La situación allí dentro era penosa”, cuenta desde Ammán Munib Al Masri, el multimillonario palestino e inseparable de Arafat. “Aquello era espantoso. Estaba lleno de escombros. Se tuvieron que trasladar al segundo piso donde estaban más protegidos de los bombardeos”, recuerda Al Masri, tesorero de la Fundación Arafat, quien visitó a su amigo con regularidad en la Muqata, nietos incluidos, para levantar la moral del líder. Después, viajó con él hasta el hospital de París y de allí de vuelta a Ramala para el entierro.

Preservar el ánimo era crucial. Resalta Tirawi cómo le afectó a Arafat la suerte de guerra psicológica que dice le declararon estadounidenses e israelíes. “La presión de Washington era tal que ni siquiera los líderes árabes se atrevían a llamarle. En el último año, sufrió un aislamiento total”.

Llegó un momento en el que Arafat fue consciente de que estaba enfermo, a pesar de que trataba de restarle importancia de cara a la galería. “No quería que le vieran deprimido. Tenía una mancha roja al lado de la nariz. Le decíamos que tenía que intentar salir para que le trataran, pero él bromeaba”, cuenta Tirawi. Al Masri asegura que Arafat “nunca tuvo miedo. Cuando estábamos asustados, él era el que nos animaba”. Pero, pese a mantener el tipo, el guerrillero que en el pasado había conseguido burlar la muerte como pocos, acabó sus días como la mayoría de los mortales; sin mayor heroísmo. Debilitado, adelgazado. Un buen día, en una cama de hospital, simplemente se fue.

Los informes médicos del hospital francés en el que murió hablan de una hemorragia y una infección de origen indeterminado. No aportan por tanto excesiva luz a las causas de la muerte. Algunos de los síntomas de Arafat coinciden con los del envenenamiento por Polonio, pero otros no casan, dicen los suizos y explica el físico nuclear Norman Dombey, profesor emérito de la Universidad de Sussex. “Es muy improbable que fuera envenenado con Polonio 210. Se le habría caído la barba y el pelo y no hay noticia de que eso sucediera. Además, en estos ocho años, el polonio se habría reducido en masa en un factor de un millón”, sostiene Dombey. Detalla, además, que el polonio 210 se fabrica en Sarov, Rusia, aunque hay una posible pero no confirmada fabricación israelí hace décadas.

Pero para Tirawi no hay duda de que “a Arafat lo mataron los israelíes”. Agita un documento en el que ha recopilado las amenazas de muerte verbalizadas por los políticos israelíes de la época. Pero también añade un elemento que aporta toneladas de intriga palaciega y que ha sido tema de conversación en los territorios palestinos. “Si alguien puso polonio tuvo que ser un palestino por encargo israelí”, se ha dicho. El baile de nombres de rivales políticos del rais es constante, aunque algunos suenan con más insistencia que otros. Israel niega tajante la autoría y asegura que no piensa obstruir la investigación francesa. “No tenemos nada que ver con este asunto; nada que ocultar”, asegura Yigal Palmor, portavoz del ministerio de Exteriores israelí. “Lo que no es serio es que los palestinos tengan sus conclusiones antes de que haya empezado la investigación”, señala. En la calle, la inmensa mayoría de los palestinos cree que Arafat no falleció de forma natural. “Los palestinos sabemos que Israel le asesinó. Que probablemente algún agente del Mossad entró en la Muqata fingiendo ser uno de los cooperantes que le visitaban. Otra cosa es que vayan a pagar por ello. ¿Pasó algo después de Sabra y Chatila, de Gaza?, pregunta escéptico Samer Karaka, regente de un ultramarinos cercano a la tumba.

Murad y Osama, en cambio, se frotan las manos. Vestidos de camuflaje militar y armados hasta los dientes custodian el mausoleo. Ellos también estaban allí los años del cerco israelí y ofrecen un retrato de la vida en la Muqata muy similar al de Tirawi. La idea de que la rumorología que habla desde hace años de muerte por envenenamiento se haya convertido en investigación judicial les entusiasma.