miércoles, 21 de enero de 2015

CATALUÑA ¿ PUEBLO DESGRACIADO?

AA
El gran profesor de Historia Económica de Barcelona, Jordi Nadal Oller, discípulo de Vicens Vives y muy preocupado por la demografía, solía citar en clase al economista catalán Josep Vandellós. Vandellós, natural de Figueras, estudió economía en Italia y Gran Bretaña y montó el departamento de estadística de la Generalitat republicana. Tras la guerra civil se exilió a Venezuela (mucho antes de Chávez e incluso de la dictadura de Pérez Jimenez) y murió en Nueva York en 1950.
Lo cito hoy porque en 1935 Vandellós escribió un libro Catalunya, poble decadent (Cataluña, pueblo decadente), en el que sostenía –era muy crítico con Malthus– que el gran problema catalán era la baja tasa de natalidad. Ahora alguien podría escribir otro texto afirmando que la gran cuestión es el cierre de cualquier horizonte político razonable e ilusionante. Incluso lo podría titular Catalunya, poble dissortat (Cataluña, pueblo desgraciado).
La autonomía de la II República acabó con la guerra civil, a la que siguió una larga etapa de vigilancia y prohibición de todo lo catalán durante la dictadura de Franco. Luego volvió la primavera con la restauración de la democracia y el retorno del exilio del presidente Tarradellas y las presidencias de Jordi Pujol,Pasqual MaragallJosé Montilla y Artur Mas. Pero tras la retirada de Pujol, la alternativa de izquierda sufrió turbulencias y el retorno de CDC al poder las ha incrementado.  
Hasta el 2010, con la sentencia del Constitucional sobre el Estatut del 2006, la corriente central de las dos fuerzas dominantes en Cataluña (CiU y PSC) creía que un nivel satisfactorio de autogobierno era posible –no sin conflictos y problemas– dentro de una España democrática y plural. Pero desde el 2010 las cosas se han torcido y ahora el futuro es una gran incógnita.
Por una parte, las fuerzas nacionalistas (CiU y ERC) convertidas al independentismo (aunque no en su totalidad) afirman que Cataluña sólo podrá salir adelante si se convierte en un Estado independiente de la Unión Europea. Es cierto que si Cataluña fuera independiente desde hace años o siglos (1640, 1714, 1918, 1945) sería hoy un estado viable. Pero la viabilidad es mucho más complicada hoy en un país al que la independencia divide en dos mitades (y en la mitad independentista muchos son conversos de última hora por la crisis y el fracaso del Estatut), integrado política y económicamente en una España a la que la independencia catalana sacudiría con fuerza, y en una Europa de los Estados (28) que observa con gran desconfianza todo fenómeno de subdivisión.
El horizonte político de Cataluña está marcado por el largo periodo de agitación que se inicia con el adelanto electoral del 2012 y que se prolonga ahora con una larga campaña de ocho meses, hasta el 27 de septiembre. Y tras el 27-S la inestabilidad política puede aumentar
La hoja de ruta que trazan hoy tras el 9-N Artur Mas y Oriol Junqueras (bastante divididos por otra parte) es, como mínimo, aventurada. Y ante ella el conjunto del pueblo catalán, que se rebela contra lo que cree que es un trato injusto de España en la financiación y el Estatut, tampoco es iluso. En todo caso, antes de creer quiere, comoSanto Tomás, tocar las llagas de Cristo. Que Bruselas y Berlín dijeran que acogerían a Cataluña como un nuevo miembro de la UE con las menores dilaciones posibles. Y esto es algo que parece todo menos probable.
Pero además, con el objetivo de la independencia –presentada hasta hace poco con el traje más moderado del derecho a decidir– Artur Mas lleva ya más de dos años, desde las elecciones de finales del 2012, gobernando en un clima de agitación, cierta inestabilidad y un horizonte borroso. Tan borroso que parece que mientras una parte de Cataluña aplaude y la otra se refugia en el silencio, las inversiones extranjeras se estancan o retroceden (las últimas cifras que el Idescat –Instituto de Estadísticas de la Generalitat– da por buenas pero que el Govern cuestiona en privado y no quiere discutir en público, hablan de una caída del 45% en los nueve primeros meses del 2014).
Y ahora, como colofón de esta etapa, el horizonte que se ofrece es una larga campaña electoral de ocho meses, hasta el 27 de septiembre, gobernados por dos socios (CiU y ERC) que tienen una mayoría parlamentaria raspada y se entienden poco. Y si tras esta larga campaña el independentismo saliera ganador, a Cataluña le esperaría –según la borrosa hoja de ruta sugerida– un extraño periodo de 18 meses para separarse de España, unas nuevas elecciones y, al parecer, otro referéndum (no se sabe si para aprobar la separación de España o la nueva Constitución catalana).
Es una perspectiva que sólo puede gustar a los que tienen fe independentista. Y la fe –como aprendimos en la escuela– es un don de Dios. Unos lo tienen y otros no. Aunque en los que la tienen, el grado debe ser muy alto porque se manifiestan con tanta fuerza como civilidad (ni el más mínimo incidente en tres años) y son dominantes en los medios de comunicación.
Muchos nacionalistas españoles atribuyen esta situación a la mala voluntad o perversidad de los nacionalistas catalanes. Pero bien harían en recordar el proverbio aquel de que todos ven la paja en el ojo ajeno pero ignoran la viga en el propio. Algo mal se habrá hecho en Madrid para que el primer partido de Cataluña que apoyó a Felipe González (cuando el PP lo quería meter en la cárcel por los GAL), a José María Aznar (cuando la amarga victoria de 1996), y a Rodríguez Zapatero (cuando el presidente que decía que íbamos a superar a Francia se quedó al borde de la bancarrota), se haya hecho ahora independentista. No todo puede ser culpa de la familia Pujol. O de que a Artur Mas le falle alguna neurona. O a que Duran i Lleida no tenga agallas.
Pero el primer activo del independentismo –que es difícil que se salga con la suya y que, si lo hiciera, sería a un coste muy alto– es que, aunque su proyecto no sea solvente, delante tampoco tiene nada que hoy sea demasiado sólido.
El otro gran partido catalán, el PSC, era el que con más ardor levantaba la bandera de que la España plural –la de Adolfo Suárez con Tarradellas y el primer Estatut, la de Felipe González y la de Zapatero– sabría convivir con el autogobierno catalán. Incluso el nacionalista Aznar respetó el Estatut y pactó ceder la policía a la Generalitat, pero luego las cosas se torcieron. El Estatut del 2006, pactado por los grandes partidos catalanes (en un primer tiempo incluso con ERC) y presentado como la actualización del autogobierno naufragó parcialmente en el Constitucional –tras ser aprobado en referéndum– por la oposición del PP, pero bajo Gobiernos socialistas (en España y en Cataluña). El proyecto de una Cataluña autogobernada dentro de España se vino abajo. CDC se escapó hacia el independentismo (canalizando una parte de la protesta) y el PSC se quedó comprometido, atado y ligado a un PSOE en el que algunos dirigentes no ocultaron su satisfacción por el fracaso del Estatut.
La independencia que propugnan Mas y Junqueras es difícilmente viable, pero enfrente no hay ninguna alternativa razonable y con visos de tener suficientes apoyos en España que pueda ilusionar a la sociedad catalana. Y una Cataluña descontenta y agraviada no es una buena para España
Y lo peor es que el Estatut no se estrelló ante un Constitucional acreditado, sino ante un tribunal muy erosionado por las recusaciones y muy manipulado políticamente. Y todo ello tras una campaña callejera del PP en la que se pedía algo tan inconstitucional como que el Estatut de Cataluña se votara en toda España. Seguramente las fuerzas catalanistas (y el PSC que presidía la Generalitat) cometieron muchos errores. Pero la realidad es que hoy, cuando se defiende el autogobierno dentro de España, la sentencia del Estatut pesa como una losa.
Pérez Rubalcaba y Pere Navarro (ahora Pedro Sánchez y Miquel Iceta) abogan por una reforma de la Constitución en sentido federal que permita volver a un autogobierno similar al del Estatut (corregido de errores por ambas partes). Y hay voces españolas muy sensatas y no socialistas que abogan por esta posible solución. Pero si la fe independentista de Artur Mas sorprende, la reformista de Iceta está marchita por el fracaso Zapatero-Maragall-Montilla. Y por otra parte la reforma de la Constitución exigiría el acuerdo y el pacto con el PP (la mayoría de dos tercios durante dos legislaturas) que hoy por hoy parece tan difícil como que el Gobierno del PP, en pleno, escale el Everest.
Así la oferta del PSC-PSOE no tiene visos de poderse llevar a la práctica hasta que, como mínimo, el PSOE sea la primera fuerza política española. Y entonces, debería encontrarse con un centro-derecha español a lo Suárez y no a lo Fraga. Posible, sí. Probable, poco.
Está también la irrupción de Podemos, con un lenguaje más rompedor y que promete no sólo una especie de revolución social de programa variable (que va cambiando o moderándose semana a semana) sino que también aboga por el derecho a decidir. Pero la posición de Podemos respecto a Cataluña –aunque ninguno de los dos lo admita– no es muy diferente a la del PSC. Ambos admiten el derecho a decidir pero supeditado al pacto con Madrid para que el referéndum sea legal (Iceta) o a la apertura de un proceso constituyente en toda España (Pablo Iglesias) que se me antoja que tiene tantas o más dificultades que la reforma federal del PSOE.
Aparte de la independencia (ERC y CDC) y varias terceras vías (Duran i Lleida, PSC, Podemos y la ICV del voluntarioso Joan Herrera) hay otras fuerzas políticas con apoyos, Ciutadans y el PPC, que juntos sumaron 746.000 votos (sobre 3,66 millones) y 28 escaños (sobre 135) en las elecciones del 2012. Es una fuerza imposible –tanto política como numéricamente– de ignorar pero minoritaria y además dividida. El líder de Ciutadans, Albert Rivera, es un político sensato pero seguramente con mejor imagen en el resto de España que en Cataluña. Y ahora quiere construir una alternativa inteligente de centro al PP de Rajoy en las elecciones del 2015. Pero en Cataluña, Rivera recoge el voto de protesta de una parte de las clases medias que creen que los nacionalistas (CiU y ERC) y el PSC y el maragallismo han ido demasiado lejos. En Cataluña Rivera es más un fenómeno de protesta que una opción de gobierno.
Queda el PPC. El gran problema del PPC es que su atractivo sobre la sociedad catalana es muy inferior al del PP sobre la sociedad española. Aznar lo sabía y en algún tiempo se habló incluso de un posible pacto entre el PPC y Unió Democrática para formar un nuevo partido que estableciera una relación con el PP similar a la del CSU bávaro con la CDU de AdenauerKohl yMerkel. Aquel proyecto nunca pasó del sueño de una cena de verano en Aiguablaba (en casa del suegro de Duran i Lleida) porque el centro-derecha español es más centralista que el alemán.  En esto tiene razón Rajoy el Estado español del siglo XVI es muy anterior a la Alemania unificada porBismarck en 1970.
Ahora el PPC ha optado por hacer lo de siempre: defender para Cataluña la política que traza la dirección del PP (al contrario que el PSC que quiere con mayor o menor fortuna condicionar la política catalana del PSOE) y eso indudablemente limita su arraigo en Cataluña. El último ejemplo lo vimos hace unos meses cuando Alicia Sánchez-Camacho presentó ante la dirección del PP un tímido pero interesante (abría un camino) sistema de financiación para Cataluña. Los barones del PP le dieron algunos coscorrones con malos modos y Rajoy la “sugirió” cerrar la boca a cambio de que Montoro la recibiera al día siguiente y le diera unas palmaditas.
La presidenta del PPC, Alicia Sánchez-Camacho. (EFE)La presidenta del PPC, Alicia Sánchez-Camacho. (EFE)
Quizás es lo único que se puede hacer en el PP actual pero precisamente por eso el PP actual no sube en Cataluña. La última encuesta, la del lunes de La Razón, dice que pierde cuatro diputados sobre los 19 que obtuvo en el 2012 (no un mal resultado pero sólo la cuarta fuerza parlamentaria).
Y así está Cataluña. Con un gobierno independentista lanzado a la agitación permanente para conseguir sus objetivos y con un horizonte de elecciones que no ayudan a la estabilidad necesaria para superar la crisis. Una posible alternativa de centro catalanista pero no independentista (Duran i Lleida) que no se decide a tirarse a la piscina. Quizás porque le faltan agallas o porque, como decía el anuncio de Lucky Strike, busca “el momento oportuno”. Una oposición de izquierdas de diferente graduación catalanista (ICV, PSC y Podemos) que vienen a proponer –sin unidad y con codazos entre ellos– una reforma de la Constitución en sentido federal que sólo podría imponerse si PSOE y Podemos tuvieran juntos las dos terceras partes del parlamento español y se entendieran (escenario casi imposible). A no ser que Rajoy y el PP se conviertan al federalismo (escenario no imposible pero altamente improbable).
Finalmente una fuerza que pide moderación en el catalanismo (Ciutadans) y otra que defiende el modelo catalán de Rajoy, que no cambie nada que no guste al PP. Desde estas posiciones –que no se pueden ignorar porque las votan más de 700.000 catalanes-  tampoco se puede articular una política alternativa.
La resultante de este panorama –salvo que se tenga fe independentista– lleva al voluntarismo de los políticos de la tercera vía, al escepticismo o el malestar de buena parte de la población, o la obediencia a Madrid. No es un buen horizonte para Cataluña. Ni para España porque si Cataluña –el 18,5% del PIB y el 26% de la exportación– está ensimismada en sí misma, o de malhumor, o dando patadas en la política española…  
FUENTE.
ELCONFIDENCIAL.COM

sábado, 17 de enero de 2015

EL "ESPAÑOL" QUE INVENTO LA CURA DE LA HEPATITIS C

El ‘español’ que invento la cura de la hepatitis C

 0
Cuando era un joven científico, Raymond Schinazi viajaba cada verano a España para visitar a su familia. Su padre, de nacionalidad egipcia, fue expulsado de su país a principios de los 60 por su sangre sefardí y sólo encontró su refugio en la fábrica de Campofrío en Burgos. Pero los Schinazi no querían que su prometedor retoño se criara en otra dictadura, así que le enviaron a Bath (Inglaterra) para que estudiara Ciencias Químicas.
Nadie imaginaba que, cuatro décadas más tarde, aquel espabilado chaval se convertiría en elcreador de fármacos que salvarían millones de vidas. El más destacado es Sovaldi, su droga contra la hepatitis C, una enfermedad que aniquila medio millón de vidas al año. Nunca ha habido un lanzamiento farmacológico más rentable que la píldora milagro del doctor Schinazi. Pero su astronómico precio -hasta 60.000 euros por tratamiento- ha provocado una polémica a la altura de su eficacia: numerosos gobiernos, incluido el español, se resisten a recetárselo a todos los enfermos.

-Sí, soy el padre de Sovaldi -proclama orgulloso Schinazi, de 64 años, desde un congreso médico en San Francisco-. Yo fundé Pharmasset, el laboratorio que lo descubrió, contraté a los científicos, conseguí la financiación, aporté las ideas básicas de la investigación…

Un grueso acento yanki camufla los orígenes egipcios de Raymond Schinazi. Aunque, a veces, salta al castellano que aprendió de sus ancestros para subrayar alguna frase: “Adoro España, ¡es mi segundo hogar!”. El químico detalla con pasmosa naturalidad el número de vidas que han salvado los inventos de su laboratorio: “Según mis cálculos, sólo los retrovirales contra el VIH han evitado siete millones de muertes“. ¿Y el Sovaldi? “¡Tiene aún más potencial! A largo plazo, curará a decenas de milllones de pacientes. Por eso, no entiendo a qué esperan los gobiernos para dárselo a los enfermos“.

Sovaldi, su droga contra la hepatitis C

-¿Conoce la polémica que ha provocado su fármaco en España? Los enfermos incluso han organizado encierros para que se lo receten de forma gratuita.

-Por supuesto. Y creo que el gobierno debe actuar ya. Tiene que recetárselo de inmediato a los enfermos más graves, porque si no morirán. Además, pueden contagiárselo a otras personas, con lo que se agravaría el problema.

-En pleno recorte sanitario, ¿está justificado pagar tanto por un fármaco?

-La alternativa es no hacer nada. Unos enfermos morirán, otros recibirán trasplantes, el resto sufrirá cirrosis o cáncer y serán hospitalizados decenas de veces… A la larga, saldrá mucho más caro. Eso sí, los gobiernos deben negociar con la farmacéutica para rebajar los precios todo lo posible.

Así ocurrió en su país natal, donde la hepatitis C es una epidemia colosal: sufren la peor tasa de contagios del mundo -el 10% de la población- por el uso de agujas contaminadas en campañas de vacunación en los años 60 y 70. Schinazi admite que ayudó “indirectamente” al gobierno egipcio para que negociara una rebaja con Gilead, la multinacional que le compró la patente en 2011. Hoy, el tratamiento sólo cuesta 900 dólares a los egipcios, la centésima parte que en EEUU.

-Otros países, como India, también disfrutan de Sovaldi a precios humanitarios. ¿A qué se debe esta diferencia de precios?

-La farmacéutica negocia precios asequibles con los países pobres, que no pueden pagar la tarifa estándar. Imagino que nadie estará en contra de ayudar al Tercer Mundo, ¿no? España, pese a todos sus problemas económicos, puede pagar más que Egipto.

[Los críticos de la farmacéutica argumentan, sin embargo, que estos acuerdos buscan evitar que los fabricantes de genéricos indios copien por las bravas el Sovaldi. Así, Gilead cobra un pequeño canon y, sobre todo, protege los mercados de países de ingresos altos y medios, los más lucrativos para estos fármacos de última generación].

-¿Estaría dispuesto a mediar para que España, su “segundo hogar”, disfrute de mejores precios?

-Me encantaría. El precio depende del PIB del país. Creo que los españoles pueden acordar una tarifa más baja que Francia. [Allí el tratamiento de 12 semanas cuesta 41.000 euros, mientras que España, según se ha publicado, pagará unos 25.000 euros].

‘35.000 euros me parece un precio justo para España. A largo plazo, se gastaría más dinero en trasplantes’

-Para usted, ¿cuál es un precio justo para el Sovaldi en España?

-Creo que unos 35.000 euros por curar a una persona de una enfermedad mortal es asumible para un país rico como España. Además, a largo plazo, te ahorras dinero en trasplantes, en tratamientos oncológicos… Y no olvidemos que el fármaco irá bajando de precio en los próximos años.

-Pero fabricar el Sovaldi cuesta la centésima parte de ese precio. Explique a los españoles por qué tienen que pagar tanto.

-El fabricante tiene que recuperar los 11.000 millones de dólares que les costó comprar la patente. También debe costear los fármacos que nunca triunfan en el mercado. Y, por supuesto, ha de obtener beneficios para sus accionistas. Sin eso, nadie financiaría las investigaciones para descubrir nuevos tratamientos. Puede sonar duro, pero es algo que he aprendido a lo largo de mi carrera.

Esta biografía arranca en 1950 en Alejandría. Cuando nació Schinazi, la ciudad egipcia aún conservaba la tolerancia cosmopolita del viejo Oriente Medio. Pero el paraíso se esfumó con el estridente nacionalismo de Gamal Abdel Nasser y la crisis de Suez de 1956. Los Schinazi, como todas las familias sefardíes de Egipto, vieron confiscados sus bienes a comienzos de los 60. De golpe, esta próspera familia de comerciantes se vio arrinconada en un campo de refugiados a las afueras de Nápoles.

El padre buscó cobijo en su antigua nación, España, de la que sus antepasados sefardíes fueron expulsados en 1492. A través de un contacto, obtuvo un trabajo en las oficinas de Campofrío en Burgos, donde trabajó casi dos décadas y llegó a ejercer de director de exportaciones. Sin embargo, el joven Raymond se marchó a Inglaterra, donde cursó el bachillerato con la beca de una ONG que ayudaba a los refugiados judíos.

Raymond Schinazi siempre tuvo clara su vocación científica. La heredó de su tío, André Nahmias, toda una eminencia mundial en el estudio del virus del herpes. Así, obtuvo una plaza en la Universidad de Bath, donde se sacó la licenciatura. Luego completó el doctorado con una tesis sobre la elipticina, un fármaco contra el cáncer extraído de plantas.

Eso sí, cada verano, Schinazi se reunía con su clan en tierras españolas. Juntos recorrieron todo el país: la playa, las montañas, las principales ciudades… “Estoy muy agradecido a tu país por acoger a mi familia cuando más lo necesitaba”, asegura hoy. “Gracias a España, mi padre obtuvo un trabajo, pudo prosperar y mantener a su familia. No lo olvidamos”.

En Burgos, la tierra de sus ancestros, Francisco Javier aguarda inquieto a que Schinazi devuelva el favor a España a través de su píldora mágica. Hace 22 años que le diagnosticaron hepatitis C y sufre una cirrosis galopante, pero aún no ha conseguido que su médico le recete Sovaldi. “Si el doctor ayuda a que el gobierno nos pague las medicinas, le estaríamos eternamente agradecidos”, ruega este enfermo de 63 años, sorprendido al descubrir la conexión burgalesa del medicamento que tanto ansía.

Pero, antes de idear este fármaco, Schinazi tuvo que mudarse a EEUU, donde centró sus primeras investigaciones en las distintas variantes del herpes. Así siguió hasta los años 80, cuando se descubrió que un virus causaba el sida. El científico decidió volcar todas sus energías en desarrollar un fármaco contra la enfermedad más temida del momento. “Habíamos aprendido mucho del virus del herpes, pero nos faltaba aplicar este conocimiento al VIH”, explica.

Su trabajo fue vital para el desarrollo de los cócteles de fármacos que han convertido el letal virus en una suerte de mal crónico. A finales de los años 90, de su equipo salieron retrovirales tan populares como la Emtricitabina. Según los cálculos de la Universidad de Emory (Atlanta), donde se encuentra su laboratorio, hasta el 94% de los que recibieron algún tratamiento contra el virus en aquella época se beneficiaron de drogas diseñadas por Schinazi.

Mientras el VIH acaparaba la atención popular, la epidemia de la hepatitis C cabalgaba sigilosa. Durante décadas, ni siquiera estaba confirmada la existencia de la enfermedad: hasta 1989, cuando fue identificada formalmente, se la conocía como “hepatitis ni A ni B”. Y eso que era -y es- un problema sanitario de primera magnitud: hoy afecta a más de 150 millones en todo el mundo ymata cada año a 500.000 enfermos, de los que 10.000 viven en España.

Sin embargo, apenas existían fármacos. Los compuestos que se empleaban para combatirlo, como el interferon, tenían una eficacia limitada y terribles efectos secundarios. Pero Schinazi estaba seguro de que si aplicaba sus conocimientos sobre el VIH a este virus, podría desarrollar un tratamiento eficaz: “Me dije a mí mismo: ‘Este virus está a la espera de que alguien lo cure'”.

En 1998, Schinazi creó una empresa, Pharmasset, para financiar sus investigaciones. Su trabajo cristalizó en la molécula PSI-7977, que presentó 13 años más tarde en un congreso médico en San Francisco. La eficacia del fármaco sorprendió a los hepatólogos allí congregados: los 10 pacientes que lo habían tomado durante tres meses se habían curado por completo, sin recaídas. ¿Milagroso?

Dos semanas después, la multinacional Gilead compró Pharmasset -en realidad, sólo les interesaba la molécula PSI-7977- por 11.100 millones de dólares. De ellos, 440 millones correspondían a las acciones de Schinazi. Fue un negocio lucrativo para todos: en el primer semestre de 2014, Gilead facturó 5.800 millones de dólares por el Sovaldi, todo un récord para un fármaco debutante.

Hoy, el científico ya trabaja en nuevos medicamentos para otras dos enfermedades. Una es la hepatitis B: “Creo que podremos curarla fácilmente”. La otra, el VIH: “Eso es más difícil: no creo que viva lo suficiente para ver la cura definitiva”. Pero, si le dieran a elegir un mal que le gustaría exterminar, elige un tercero: “Me encantaría acabar con el virus de la gripe: aunque no le demos importancia, mata a millones de personas al año”, reflexiona Schinazi, divorciado, con una hija y dos nietos.

Pero la búsqueda de nuevos compuestos no es su única ocupación. También trabaja en la promoción del Sovaldi como herramienta para erradicar la hepatitis C del mundo. Según él, si la OMS se coordinara con las principales potencias sanitarias, el mal podría extinguirse de la Tierra en 20 años. “Aquí no estamos hablando de un retroviral que sólo frena la enfermedad, como con el VIH, sino de una cura completa”, argumenta. “Si damos el fármaco a todos los enfermos, ya no se la contagiarán a nadie más. Sería maravilloso”.

En el caso de España, aboga por tratar de inmediato a los enfermos más graves. Luego, crearía un plan a largo plazo -“unos 10 años es suficiente”- para ir curando al resto de infectados antes de que desarrollen cáncer, cirrosis y otras complicaciones. “A largo plazo, saldría más barato”, insiste. “También se podría establecer un sistema de copago para los pacientes más ricos”.

-Usted ha cobrado 440 millones por su trabajo. ¿Está justificado tanto beneficio?

-Cuando estaba mendigando para pagar mis investigaciones, que costaron más de 200 millones de dólares, cualquiera podría haber comprado mi empresa por un precio modesto. Pero sólo me hicieron una oferta cuando quedó claro que nuestro fármaco iba a ser eficaz y rentable. ¿Eso es justo? Hay que premiar a la gente que asume riesgos. Es la única forma de que la ciencia avance.

-¿A qué ha dedicado el dinero de la venta de su fármaco?

-Admito que tengo la vida resuelta. Pero también doné 20 millones a mi universidad, monté una fundación, hago donaciones a organizaciones benéficas y he reinvertido en nuevas investigaciones, porque mi principal deber como científico es salvar vidas… Ah, también pagué muchos impuestos aquel año. ¡Deberían poner mi nombre a una calle!

domingo, 4 de enero de 2015

UNA FOTO QUE CONMUEVE AL MUNDO (FACEBOOK)

Foto FacebookEL NIETO QUE TIENE ENTRE SUS BRAZOS A LA ABUELA ENFERMA DE ALCEIMER. LA SWUJETA ENTRE SUS BRAZOS IGUAL QUE ELLA HIZO CUANDO ÉL ERA PEQUEÑO. UNA IMAGEN LLENA DE TERNURA. UN EJEMPLO A SEGUIR PARA CON NUESTROS MAYORES, DEBEMOS RECORDAR LOS SACRIFICIOS QUE ELLOS HAN HECHO MUCHAS VECES POR NOSOTROS